Vivir en una gran ciudad vs ser de la aldea
Este post, es una continuación del post anterior “No tengo novio, tengo un amigo”, que escribí cuando una compañera de viaje me preguntó si yo, que soy de la aldea y vivo en una gran ciudad, notaba la diferencia
entre el mundo tradicional de las aldeas y la concepción cosmopolita y
supuestamente abierta de la ciudad.
Ella, como escribí en el post anterior, quedó atónita
con mi respuesta, atónita porque compartía lo que de mí escuchó. Yo me centré
sólo en mi experiencia. Aquí las otras 2 experiencias
3.- Los casados
habitación quieren
Esto me pasó hace mucho tiempo con la ex familia parisina. París, otra ciudad cosmopolita. Fue en las vacaciones. Yo soy más de disfrutar en el Atlántico o mismo en el Pacífico. Sin embargo, está bien disfrutar de parte de las vacaciones en el Mediterráneo, aunque sea con la familia política.
Dormí en muchas casas “de aldea” y nunca había visto
en mi vida a nadie invadir la intimidad de una pareja. Siempre ví a todo el
mundo respetuoso con el espacio que se le pudo ofrecer a una pareja para pasar
la noche, sea éste más grande o más pequeño, más lujoso o más austero. Siempre
ví respeto a la intimidad.
Pues bien, no sé qué rayos le puede pasar por la
cabeza a una persona de ciudad para entrar de mañana temprano y sin llamar en
una habitación en la que está durmiendo su hijo con su pareja. Por supuesto,
podemos pensar que ha sido un descuido. Ahora bien, volvió a pasar al día siguiente, no era
ningún descuido.
Para mí eso es una invasión de la intimidad de una
pareja. Por mucha confianza que tenga con su hijo, se debe respetar ese espacio para la pareja. Tenga el hijo 18 años
o 45… Y al igual que los padres marcan límites, los hijos también los deben
marcar, sobre todo en el que respeta a la intimidad con su pareja, ¿no crees?
4.- Los casados cama
quieren.
Otra “anécdota” de vacaciones con familia urbana. En
esta ocasión, en otra orilla del mediterráneo y familia originaria de Madrid.
En esa lujosa casa familiar de vacaciones en el Mediterráneo, todas las
habitaciones tenían las camas separadas. Bien, puedes pensar que así da mejor
reparto para recibir a visitas y siempre se pueden juntar. Pues no, no se
podían juntar. Algún efecto repelente, a modo de polos iguales, sufrían las
camas entre sí.
En la primera ocasión esperé, confiaba en que me indicases que, como pareja adulta y
consolidada, se podían juntar las camas. Esa indicación no llegó.
En la segunda ocasión pregunté si se podían juntar. No hubo respuesta, parecía que mi
boca no emitiese ninguno son.
En la tercera ocasión -lo reconozco, soy obstinada-,
lo hice. Volví a preguntar y mi
pareja dijo que sí. ¿Sería porque al tiempo que preguntaba estaba moviendo ya
las camas? Así que las junté! Esa misma noche ya no tuve que dormir sola. Qué
felicidad!… y que poco me duró, pues a la mañana siguiente, después de levantarme,
las camas estaban de nuevo separadas!! Cómo? Qué pasó aquí? Los “patriarcas”
acababan de llegar…. Pero no fueron los padres sino el hijo quien las separó.
En muchas ocasiones los hijos guardan un extraño respeto a los padres…
Por supuesto yo no pretendía tener una noche de sexo
salvaje en la misma casa donde había una docena de personas. Pero una cosa es no
mantener sexo salvaje y otra muy diferente ni acariciarse al darse las buenas
noches. Con lo maravilloso que es quererse…
Por este motivo, en esas latitudes mediterráneas, 4
días siempre me resultaron más que suficiente.
Puedes encontrar las otras 2 anécdotas aquí: No tengo novio, tengo un amigo.
A la vista de mi
experiencia, la conclusión ante la pregunta de mi amiga y compañera de viaje, fue que yo no veo a la gente de la ciudad ni más ni menos
receptiva que la gente de las aldeas en cuanto a relación de pareja se refiere.
Aprovecho para escribir que estoy muy contenta de
haberme criado en la aldea y poder viajar por el mundo con seguridad y con la
intención de disfrutar de las experiencias que nos ofrece la vida. Algunas experiencias
son mejores que otras, de algunas disfrutamos más, y de todas aprendemos.
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