20. Gestionar la rabia

Y a la vuelta de las vacaciones, de vuelta con la maleta de viaje de trabajo, con ganas de escribir varios posts que desde hace tiempo me rondan por la cabeza. Y aquí estoy de nuevo, escribiendo sobre el amor, el desamor y sobre cómo superar con éxito una ruptura de pareja. 

Hace un tiempo escribí sobre “la gestión de las emociones tras una ruptura y en este post quiero tratar de la gestión de una emoción en concreto, de cómo gestionar la rabia. Sí, la rabia, ese paso previo la ira.

No soy una persona rencorosa. Mis padres me educaron para no mantenerme en un enfado y olvidar rápidamente aquello por lo que me había enfadado - después de tenerlo todo aclarado, eso sí-. Sí, no soy rencorosa y estoy muy feliz por eso.


Ahora bien, hace unos meses, en medio del duelo de una ruptura, me di cuenta que en algunas situaciones o hacia algunas personas mantengo en el tiempo una emoción, la rabia. Es cierto que puedo contar con los dedos de la mano cuáles son esas situaciones y cuáles fueron esas personas hacia las que generé rabia, pero ese sentimiento de rabia estuvo ahí, mantenido en el tiempo.

La rabia, por diferentes motivos, que aquí no voy a tratar, fue una emoción recurrente tras esta última ruptura. Sabía que era una emoción que iba a desaparecer con el tiempo, pero me parecía tan agotadora, que quería superarla lo antes posible. Así que tras observarla, actué. Y qué opción escogí?

1.- Golpear una almohada
Pues no. No seguí la propuesta de una entrenadora personal porque en aquel momento no me apetecia ponerle “ese nombre” a una almohada y comenzar a pegarle golpes. Igual si hubiese tenido un saco y unos guantes de boxeo, habría probado. Pero sin ponerle el nombre, pues no me apatece practicar esa forma de budú!

2.- Escribir: “escupir” lo que se me pasaba por la cabeza
Lo que se me ocurrió fue sentarme conmigo misma delante de un papel en blanco y un boli, con unas gafas de sol. Respiré profundamente, imaginé que tenía delante a esa persona que me generaba ese sentimiento de rabia e iba escribiendo todo lo que se me pasaba por la cabeza. Sin filtros.

De todo, menos guapo.

Reconozco que al principio resulta duro escribir cosas poco agradables e incluso desagradables sobre esa buena persona con la que compartimos momentos maravillosos, pero que en ese momento nos genera una rabia tremenda. Lo difícil es comenzar, pero así como la tinta impregna el papel, nos vamos liberando de esa rabia.

Y me senté conmigo misma, en un vuelo a Italia, en la playa y mismo en la oficina. Fue un ejercicio de liberación. Con cada palabra me liberaba de una pizca de rabia hasta que sentí que ya había superado esa emoción.

¿Qué hice después con el papel escrito? Quemarlo. Quemar escritos es muy liberador también.  Sin embargo, en este caso no lo hice por liberación sino para evitar que cualquier persona, incluida yo misma, tuviese acceso a un papel en el que se recopilaba tal cantidad de palabras malsonantes.

¿Qué he sido yo quien ha escrito todas esas cosas en ese papel? NO ME CONSTA

Puede que en el futuro pruebe con un saco de boxeo… sin nombre, eso sí.

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Nos vemos en el siguiente paso, en el siguiente post.

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