Miraba por la ventana. Árboles, cables eléctricos , oscuridad, túnel, luz, prados verdes, casas. Ante su mirada creía tener la cinta cinematográfica de los cines que pasaba a toda velocidad. Sonrió. Versión galega Había viajado mucho, creía. Varios países europeos e incluso había cruzado el Atlántico en dos ocasiones. A NY en el paso de Ecuador, ese viaje de universitarios en el que se celebra haber superado la mitad de los créditos para poder graduarse, asegurándose así un viaje con su compañeros que no dependía de terminar la carrera. Y a Costa Rica, de luna de miel. Nunca había viajado sola. Tuvo la oportunidad en una ocasión. La valoró y finalmente la desechó. Sus padres, temerosos, le insistían en que una vez terminase el congreso de biología molecular en Frankfurt, regresase a Barcelona con sus compañeros de departamento. Que una chica no podía viajar sola por los pueblos de la Selva negra alemana. Que le convenía aprovechar sus 25 años en las playas de levante con otros p...